Se sintió orgulloso de ser un mentiroso tan convincente, mientras quitaba sus dedos de las teclas que hicieron sonar ese acorde mayor tan contundente. La gente rompió en aplausos y él recordó que, por educación, debía agradecer. Se levantó, hizo su reverencia y salió del escenario. Tres veces más tuvo que regresar a "agachar la cabeza", siempre con esa cara de póquer que no decía nada. Cuando iba a la parte trasera del teatro, se le ocurrió que "mentiroso" era una palabra muy fuerte: se sentía mejor ser un buen "actor" y esta noche había logrado su mejor interpretación. Fue capaz de expresar la dicha más plena, cosa que jamás en su vida sintió. Desde hacía mucho tiempo no sentía nada: era tan incapaz de la empatía como de vanagloriarse de sus dones y talentos, que no eran pocos, pues se había hecho a la idea de que si alguien tiene la capacidad para algo, está obligado a hacerlo bien, sin que sea motivo de orgullo o celebración. Sin embargo, nunca mostró esta severidad para con otra persona que no fuese él mismo.
Abrió la puerta del camerino, se acercó a la mesa donde estaba la pequeña maleta y metió la mano. Sintió el metal del pequeño artefacto y esa frialdad lo reconfortó. Dentro de algunos minutos, un fragmento minúsculo y certero de esa frialdad estaría dentro de él y le brindaría la verdadera tranquilidad.
Monday, April 03, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment