Últimamente no he leído mucho, lo confieso. Bueno, no en el sentido que se le da generalmente al verbo leer. Muy frecuentemente se le otorga un significado quasi religioso a la acción de "pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados" (diccionario de la RAE) que inmediatamente desdeña o, peor aún, pasa por alto el acto que a diario realizamos, muchas veces de forma casi inconsciente; pero que es harto importante en esta "era de la información". Como sea, no pienso poner aquí un análisis de los usos de la palabra leer. Mi intención era resaltar mi reciente falta de dedicación a la lectura en su forma más sublime -como dirían los afectados. Como otras tantas cosas que disfrutara otrora, la lectura ha perdido su atractivo (espántense los eruditos). No sé porqué, pero así es. Tal vez no he encontrado un libro que me enganche o sea sólo una fase apática que requiera de terapia para que pueda superarla. (Sarcasmo ¿ok?, sarcasmo).
Toda esta disertación (¿eh?) sobre mis hábitos lectoriles viene a cuento porque hace poco reflexionaba sobre qué libros o autores han tenido un impacto significativo en mi. Ya sea por sus ideas, su sentido del humor, temas o la narrativa. Y mientras pensaba, llegué a la conclusión de que probablemente el libro que más me ha gustado -hasta este momento, claro- ha sido "La tourneé de Dios" de Enrique Jardiel Poncela.
La tourneé fue el segundo libro serio que leí después de El Principito. ¡Eah!. Cuidado aquí con la palabra serio. No es que los otros libros que hubiese leído antes no fuesen serios, pero mis lecturas infantiles consistían principalmente en versiones light de cuentos clásicos, los libros de texto de la escuela y -por algún extraño motivo- enciclopedias científicas. (Estas últimas las leía por gusto a los cinco años. ¡Claro, si se nace con la extrañeza señoras y señores! Dicen que de pequeño tenía una mente inquisitiva y preguntaba el porqué físico-químico de muchas cosas. Supongo que la lectura sobre ciencias era la manera lógica de satisfacer mi curiosidad sin tener que recurrir a esos sujetos raros llamados adultos, absortos en sus cosas de grandes y su humor nostálgico-anecdótico.) Como se puede ver, no es que esas lecturas no fuesen serias, pero hay una diferencia entre lo que estimula el intelecto duro, y lo que toca a la sensibilidad de la persona y le hace reflexionar más allá de formulas, leyes y teorías.
Mi madre fue quien me presentó el libro y al autor. Un día llegó con el ejemplar un poco viejo, pero en buen estado, como con 30 años de edad. Me dijo que lo había conseguido en un bazar en el centro. Ella ya me había comentado desde hacía tiempo sobre Jardiel Poncela: que era uno de los autores favoritos de mi abuelo (su padre), que era crítico y que seguramente me identificaría con su humor. De entrada, el título me causó escozor por la palabra "Dios; mas cuando descubrí el significado de tourneé, la cosa cambió. Fue un libro que me enganchó cuando apenas comenzaba mi adolescencia y que releí dos o tres veces. Esa forma de cuestionar y criticar las creencias y la solemnidad para con ciertos temas desde una perspectiva humorística pero incisiva, además de describir algunas situaciones absurdas (tal vez un poco crueles) tan escuetamente, causa un conflicto en el lector que no puede resolverse sino con la risa y la reflexión.
Últimamente no he leído mucho, y no es porque espere un libro que me provoque lo que La tourneé hizo en su momento. Tampoco evito a "Los simpson" por culpa de Jardiel, sino porque honestamente los considero predecibles (el humor de familia tiene la culpa). Simplemente no leo porque no me apetece, no siento la necesidad de tomar un libro. Leo otras cosas: noticias, columnas de opinión, editoriales. Tal vez tampoco leo porque cuando un libro me engancha, puedo terminarlo en cuestión de un par de días, dejando de lado cosas que en estos momentos no puedo dejar de lado. Como sea, los libros sí tienen un influencia en mí así que no me preocuparé demasiado por el momento, que no es mi intención ser una enciclopedia ambulante autómata.
Tuesday, August 28, 2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
1 comment:
Después de meditar al respecto, he llegado a la conclusión de que no tiene nada de malo no leer libros. Tal vez sea un intento de justificarme, pero los libros no son la única fuente de información que existe.
Sí señor leo revistas. Y cuando digo eso, parece como si fuera algo malo, como si uno se estigmatizara por leer revistas. Lo primero que piensa la gente cuando escucha revistas es en el tvnotas, en el playboy o maxim en su defecto, en vanidades, etc. Pero hay muchas publicaciones mucho más "serias" dónde el chisme no es con quién se casó tal actriz, sino con cual empresa se fusionó aquella otra. O que traen ensayos tan profundos como un libro o en no contados casos casos, mucho más. Porque el hecho de que algo venga empastado y tenga código ISBN no asegura su calidad ni su contenido. Hay muchos libros que son más bien olvidables, basta con pensar a la enorme cantidad de textos de autoayuda escritos por alguien que algo le resultó bien y cree que ha encontrado el hilo negro de cómo vivir la vida.
Y oh sorpresa, internet también sirve para leer. La cantidad de literatura que en la red se genera a diario es apabullante. Y entre toda la maleza de información inútil, siempre habrá algo interesante que absorber.
Post a Comment